El pasado martes 4 de diciembre se presentó en el Teatro Roma la obra «La Enamorada», protagonizada por Julieta Venegas, dirigida por Guillermo Cacace y escrita por el cineasta Santiago Loza. Frente a una sala repleta de vecinos y vecinas de Avellaneda, la cantante mexicana fue ovacionada en su unipersonal. Un privilegio que aunó la posibilidad de ver brillar a Venegas desde lo musical y desde la actuación, en una nueva faceta de su carrera.
¿Qué materialidad tienen los recuerdos? Exceden la territorialidad del cuerpo y se conquistan mediante la palabra expresada. La transmisión de las experiencias conservadas en la memoria íntima sólo puede concretarse en el acto comunicativo del habla. Mientras exista un otro que nos escuche, la llama del recuerdo y de nuestro ser permanecerá intacta y no se extinguirá. De eso se trata «La Enamorada», de una congregación en la que una mujer sin nombre, interpretada entrañablemente por Julieta Venegas, invita amablemente al público a que sea su testigo más cercano y el oyente fiel de sus relatos de vida.
«La enamorada del muro» es una planta que crece como la enredadera, va trepando y surgiendo de a poco, expandiéndose a tal magnitud que por momentos resulta difícil seguirle el rastro. Emulando a la enredadera, los recuerdos de esta mujer emergen y se confunden, algunos incluso llegan a ser tan dolorosos que la ensombrecen y decide repentinamente omitirlos.
El público es la única compañía de Venegas quien permanece sola en el escenario luciendo un vestido rosa -semejante a una princesa de cuentos de hadas – y una pequeña guitarra verde. Desde el momento en que los espectadores ingresan a la sala teatral, comienza a oírse un marcado pulso de tambores y se ve en el escenario una pantalla adornada con hojas verdes como si se tratase de la portada de un libro. Desde ese preciso momento, ya somos invitados a ser partícipes del ritual de Venegas: escuchar y acompañar durante 60 minutos -duración de la obra- a una mujer que habla para recordar y que recuerda para que no la olviden. Cada experiencia de vida relatada será hilvanada por pequeños cuadros musicales en los que la cantante mexicana saca a relucir sus brillantes dotes musicales.
La interpelación al público es tan evidente -característica de un teatro posdramático que busca derrumbar la convención de la «cuarta pared»- que cuando Venegas decía: «estoy tan contenta de tenerlos acá», los espectadores respondían con alegría: «nosotros también de tenerte a vos». Los límites entre la ficción y la realidad se desdibujaban y aparecían permanentemente burlados porque, claro, quien vino a Avellaneda a representar una pieza teatral era nada más ni nada menos que Julieta Venegas, cantante mexicana de gran trayectoria. El texto-estrella que marca y define con grandilocuencia a esta artista es la de la ingenua, inocente, idealista del amor, de voz dulce. Perfectamente, el personaje interpretado en la obra de Cacace juega con este texto que caracteriza a la personalidad de Venegas como cantante. Entonces, cada vez que la cantante realizaba un número musical, los vecinos y vecinas de Avellaneda aplaudían durante largos segundos. Es que, para ellos, era todo un acontecimiento feliz: no sólo estaban escuchando cantar a su artista preferida, sino que, además, se estaban dando el gusto de verla actuar.
En cada reacción del público, sea mediante risas, aplausos o gritos que confesaban un profundo amor, Venegas se sonreía y daba rienda suelta a su personaje. «La Enamorada» fue estrenada, este año, en el Teatro Picadero de Capital Federal. Realmente, fue un enorme privilegio que esta obra haya llegado a nuestra ciudad, siendo siempre el Conurbano uno de los lugares donde no suelen llegar mas obras de primer nivel. El privilegio es doble: por un lado, como mencionábamos recién, darnos el gusto de ver a la cantante mexicana en otra faceta de su carrera -aunque sin excluir su perfil-; y por otro lado, la puesta en escena tiene varias virtudes desde lo audiovisual y el diseño que logran recrear desde lo abstracto los hilos de pensamientos de una mujer en soledad.
A medida que Venegas relata un tópico de su vida, las luces se vuelven ténues y se proyectan imágenes en la «pantalla-libro». Las imágenes oscilan entre fotografías de lugares turísticos de Europa, siluetas femeninas, artículos periodísticos, animales e insectos teñidas por témperas y agua. Todas las proyecciones son ejecutadas en vivo y manipuladas desde dispositivos tecnológicos por artistas en el detrás de escena. Los diseños estuvieron a cargo de la diseñadora Johanna Wilhelm.
Combinando ilusiones ópticas, relatos esporádicos, música, cine y destreza corporal -por momentos, Venegas enfatiza lo dicho a través de movimientos samurais-, «La Enamorada» se presenta como una auténtica experiencia sensorial. La complementariedad del cuarteto Cacace -teatro-, Loza -cine-, Venegas -música- y Willhem -diseño- hacen de esta obra una dinámica aproximación al mundo de los cuentos hadas. Lo que parecía imposible, desde el teatro, se torna posible y viable. Un privilegio que pudimos disfrutar en la ciudad de Avellaneda el reciente martes pasado.