Desde el 11 al 22 de septiembre se estará realizando la 10º edición del Festival Internacional de Cine y Formación en Derechos Humanos de las Personas Migrantes. El evento cuenta con más de quince sedes que abarcan desde el Centro Cultural San Martín, el Edificio Municipal Leonardo Favio, la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) y Lumiton Usina Audiovisual de Vicente López. La entrada es libre y gratuita. Victoria Lencina, columnista de cine en «Todo Sigue Igual» (Fm Secla 106.1), dialogó con Azul Aizenberg, programadora del festival, sobre esta nueva edición.
Victoria Lencina: Se cumplen diez años del festival. ¿Cuál fue el objetivo de esta edición tan especial para ustedes?
Azul Aizenberg: Sí, diez años. No es un trabajo menor, digo a pesar de que, en mi caso, es el primer año que estoy en el festival, la verdad que llevar a cabo un festival que sea libre y gratuito en un contexto como este se hace cada vez más complejo.
VL: ¿Cómo nació el festival y cuáles son sus objetivos?
AA: A nivel político y cultural, tiene el objetivo de llevar películas fuera de las categorías «mainstream» a contextos más populares. El hecho de que sea libre y gratuito y que, de alguna manera, trate de reflexionar acerca de la migración…que no es lo mismo reflexionar sobre la migración diez años atrás que cuatro años atrás o en la actualidad donde la cuestión en sí misma se ha convertido en tapa de los medios. Cuando el festival comenzó no era un tema que estaba tan en boga. Pero sí era un tema que las cinematografías del mundo habían trabajado y venían trabajando. No era una novedad. Entonces, el festival siempre tuvo este espíritu de llevar estos relatos y estas narrativas audiovisuales a un público que normalmente no accede a ello y, al mismo tiempo, poner de manifiesto que existía una producción audiovisual sobre la migración que estaba circulando, pero que no estaba puesta en relación entre sí. Sino que circulaba en festivales de características más generales.
VL: Históricamente, Argentina es un país que está permanente revisando la conformación de su identidad. Primero, una tierra aborigen, luego la migración europea y actualmente los flujos de migración latinoamericanos. ¿Representó un desafío llevar a cabo un festival de esta índole en Argentina?
AA: Sí, absolutamente. Eso es algo que conversamos mucho y que tratamos de encontrar en películas de producción nacional y que traten eso que nosotros llamados «el lado B de la migración». La migración como ocupación, en la caso de la Argentina, como usurpación de la tierra de las comunidades indígenas como el inicio de la propiedad privada, la Campaña del Desierto…es como una migración al revés. El despojo de las tierras originarias. Entonces, siempre estamos dialogando en torno a eso y tratando de pensar cuáles son las producciones que hoy reflejan algo de esta circunstancia.
VL: ¿Qué busca el festival como potenciador de proyectos independientes?
AA: El festival siempre trata de hacer un balance, de no ser una ventana donde todo repercuta sobre lo que ocurre en los grandes festivales, sino principalmente a alentar a que haya otro tipo de producciones menores o más pequeñas que tengan su estreno o que pasen por acá. Eso también es importante resaltarlo porque, desde la programación, tratamos de hacer ese trabajo. Todo lo que no queda en Mar del Plata, lo que no queda en el BAFICI y que pueda asemejarse a nuestros sentires, a nuestras ideas.
VL: ¿Cómo es el trabajo durante el año para llegar al festival?
AA: Es súper raro. Es el momento donde todo sale a la luz. Es un trabajo muy de cueva y de hormiga que finalmente se ve reflejado cuando sale el catálogo y cuando vemos a todas las películas en conjunción. Pero es un trabajo que lleva mucho tiempo de búsqueda y de investigación, de ver qué está pasando en otros festivales, en otras regiones. Tanto festivales grandes como festivales mucho más pequeños que sabemos que ahí podemos encontrar algo. Recomendaciones de colegas y amigues que andan viendo más películas de otras partes del mundo. Y, bueno, el visionado de esas películas que tienen la potencialidad de ser vistas en un contexto de Cine Migrante y su posterior discusión colectiva. Las discutimos colectivamente y ahí empiezan a dibujarse las ideas, las líneas curatoriales.
VL: El festival se caracteriza por tener secciones centrales. Recuerdo una cuyo lema decía: «las vidas negras importan». ¿Cuál es la sección principal de este año?
AA: Este año la sección central se llama «imágenes para la insurrección». Esa sección tiene alrededor de catorce películas y de ella se desprende una retrospectiva, un foco hecho en Brasil con cuatro películas brasileras y una sección especial llamada «10 años, 10 ensayos, 10 mujeres», dedicada al cine de ensayo hecho por mujeres. Es una sección que está curada por Agustina Comedi, directora de la película El silencio es un cuerpo que cae, y es nuestra sección especial. Mientras que «imágenes para la insurrección» es nuestra sección central. «10 años, 10 ensayos…» tiene en su haber cinco películas que han pasado otros años por Cine Migrante. Son cinco grandes películas ensayísticas como una película de Trinh T. Minh-Ha que se llama Reassemblage, una película de Filipa César que se llama Spell Reel. Estas películas están puestas en diálogo con otras cinco películas emblemáticas del cine de ensayo que, por lo general, es un cine menor que no se conoce mucho por acá o que como género es mucho más híbrido, mucho más abierto. Están puestas en relación, así que esa fue una tarea compleja.
VL: ¿Dónde se puede disfrutar de esta programación? ¿Cuántas sedes tienen en total?
AA: Tenemos varias sedes. La principal es el Centro Cultural San Martín. Tenemos la sede de la Alianza Francesa, la Casa Nacional del Bicentenario, el Museo Etnográfico que queda en San Telmo, Casa Sofía -donde transcurre «Noches Extrañas» y el Club Cultural Matienzo y la Muntref que es donde quedan instaladas las videoinstalaciones que integran esa sección central.
VL: La semana pasada se emitió un comunicado que anuncia la derogación de dos resoluciones que apañaban y fomentaban la distribución del cine independiente nacional. Vos como programadora de un festival sobre derechos humanos, ¿cómo ves la actual situación del cine argentino y cuáles son las alternativas que ofrece el festival para los proyectos independientes?
AA: La situación es muy problemática. Una de las últimas cosas que se es que aquél apoyo que brindaba el INCAA para la difusión de las películas, que siempre era algo menguante porque siempre era algo que había que estar pidiendo o insistiendo hasta las últimas consecuencias…hoy directamente está pulverizado. Eso hace que repercuta en esta situación complejísima que ya estamos viviendo que es que película que se estrena, película que si no hace su difusión de manera independiente no permanece más de una semana en las salas de cine. Eso es gravísimo. Y, desde Cine Migrante, tratamos de aunar los esfuerzos para poder presentar películas y darles una segunda o tercer pasada a esa película que ya estuvo en el cine o mismo funcionar como plataforma de estrenos y con una amplia difusión que incluye que los directores estén presentes o tratando que estén presentado o defendiendo sus películas dando entrevistas. Tengo la expectativa de que pueda funcionar como espacio de reflexión y reflejo en el sentido de poder venir y poder llevarse la reflexión sobre qué manera se puede hablar de estas cuestiones desde la producción del cine argentino tal y como está ahora: en crisis. O sea, cómo podemos pensar en otro tipo de formas de producción.