Por Leonardo Martín
La enorme y masiva movilización de este domingo 24 de marzo reivindicando una vez más la consigna de memoria, verdad y justicia fue verdaderamente masiva. Una Plaza de Mayo desbordada, con las calles periféricas también ocupadas por miles de manifestantes. Imágenes similares se repitieron en ciudades de todo el país.
En épocas de negacionismo y de reivindicación por parte de algunos sectores de la dictadura cívico militar existe aún una muralla para esos discursos. Ayer el Gobierno difundió un video justificatorio de la dictadura, la vicepreidenta Victoria Villarruel provocó con la consigna «no son 30.000». Le hablan a un núcleo duro e intenso, pero es un discurso que mayoritariamente la sociedad sigue rechazando.
En Plaza de Mayo -en sus dos movilizaciones- hubo organizaciones políticas, sindicales, sociales, de derechos humanos así como muchos de los denominados sueltos que fueron por la propia.
A esta movilización se le sumó la consigna de «no más miseria planificada» planteada por las organizaciones gremiales que aportaron columnas numerosas. Estuvieron presentes organizaciones de CGT, ambas CTA y de la economía popular.
La masividad de la movilización muestra que la memoria, la verdad y la justicia siguen siendo consignas que sostiene mayoritariamente la sociedad argentina frente a un avance del negacionismo y reivindicacionismo que siempre estuvo, pero que hoy siente que hay un espacio para expresarse abiertamente.
El spot del Gobierno realmente no tuvo impacto, la provocación de Villarruel tampoco. Hay una sedimentación y un acuerdo social que aún no han podido romper frente a los crímenes de lesa humanidad a lo que quieren vender como una «guerra».
El tono de la movilización también coincidió con críticas al gobierno de Javier Milei, al empobrecimiento acelerado de los últimos meses, a los despidos, a las privatizaciones, al clima represivo que buscan instalar con protocolos antipiquetes. En la marcha quedaron expresadas las líneas de continuidad entre aquel pasado y este presente.
Las organizaciones de derechos humanos hablan de 400 mil manifestantes, imposible contarlos en una jornada donde había una multitud circulando por todas las calles aledañas y con una renovación permanente.
Lo que si queda claro, es que la memoria sigue entera y que aún no han podido romper ese muro de contención. Por suerte, socialmente hay reflejos en defensa de la democracia y condenando la violencia. En tiempos ásperos como lo que atravesamos, no deja de ser un alivio.