Al cabo de casi dos años de no poder verse las caras por la pandemia, representantes de màs de 70 entidades de jubilados de CABA y el AMBA se reunieron a mediados de la semana pasada en la ciudad de Buenos Aires. “Para darnos un abrazo y dejar en claro que nuestra única bandera es la del empoderamiento las personas mayores”, explicó Graciela Pampín. Con toda la razón, la dirigente señaló que parece incomprensible que las mujeres y hombres de la llamada “tercera edad” no ocupen estamentos de poder siendo que casi representan a la cuarta parte del padrón electoral
POR: NICOLÁS AVELLANEDA
“…Si después de darlo todo, / en justa correspondencia, / todo estuviese pagado / y el carné de jubilado / abriese todas las puertas…” canta Joan Manuel Serrat desde un antiguo disco de vinilo y el cronista, automáticamente, piensa en esos cientos de miles –en realidad millones- de mujeres y hombres de todo el país que, en su mayoría, todos los meses hacen filas en los bancos, para cobrar sus magras jubilaciones; en las farmacias, para adquirir sus remedios; en las oficinas de PAMI, para realizar sus trámites o en los sanatorios, hospitales o consultorios médicos para atender su salud, en varios casos maltrecha. Entonces el cronista concluye en que, al menos en los hechos, ese “carné de jubilado” del que habla Serrat no abre ninguna puerta, sino casi todo lo contrario. ¿Será solo por eso que es tan difícil “llegar a viejo”, tal el título de la aludida canción del catalán?
Graciela Pampín es presidenta de la Federación Solidaria, una entidad de jubilados que posee representación en todo el país, y desde hace cuarenta años, también conduce la Asociación Civil La Casa de Eva Perón. Además, Pampín integra la Confederación General de Jubilados, Pensionados, Retirados y Adultos Mayores de la República Argentina, entidad convocante del encuentro que el pasado miércoles tuvo lugar en la Ciudad de Buenos Aires, el cual contó con la adhesión, a distancia, de numerosas entidades del sector del interior del país. La dirigente se presta gustosa a la charla y explica el motivo del encuentro: “Estamos haciendo un cierre presencial después de casi dos años de pandemia. Nos reunimos para darnos un abrazo y dejar sentado cuáles son nuestras banderas: única y exclusivamente las de las personas mayores, el empoderamiento real de los mayores”.
El cronista le recuerda a Pampín una frase dicha por ella antes de empezar formalmente la entrevista: “La única forma de que no nos ignoren es hacernos bien visibles”. Entonces ella asiente con la cabeza y explica: “Voy a poner un ejemplo: cuando vos estás en una fiesta, en un casamiento y de pronto te levantas de la mesa para ir al baño, cuando volvés no quedó ni un sanguchito. ¿Por qué? Porque como al irte la gente dejó de verte, supuso que ya no estabas. Bueno, en nuestro caso es lo mismo. Como no tenemos a nadie que nos represente, sentado en la mesa de las grandes decisiones, no nos ven y deciden por nosotros, ignorando o respetando parcialmente nuestros derechos de acuerdo al gobierno de turno. Uno nos da, otro nos quita, otro nos da un poquito, otro nos vuelve a quitar…Así, lo que queremos es decirle basta a esa situación de injusticia que nos afecta”.
Ante esto, cabe la pregunta sobre cuál sería el mejor camino para cambiar esa situación que señala la entrevistada. “En principio –explica- te diría que en el día a día tenemos que concientizar, empezando por los chiquitos de la primaria, en cuanto a que, a viejos, llegamos todos. Hay que trabajar mucho en la educación porque, más allá del respeto, hay cosas que aprendemos tarde. Por ejemplo: uno se da cuenta que ya está grande y comprende qué es la jubilación, el día en que se jubila. El término ‘jubilación’ viene de ‘jubileo’, es decir ‘alegría’. Pero ocurre que el mismo día en que te jubilás te rebanan el sueldo un 40 por ciento. ¿Y? ¿Dónde quedó la alegría por haberte jubilado?”
Entonces ¿habrá que empezar desde abajo? La duda del cronista es respondida de inmediato por Pampín: “¡Claro! Para cambiar esta realidad hay que empezar desde abajo. Así que vamos a apelar a la divulgación boca a boca, a la tradición oral, si me permitís, para lograr el poder. Queremos llegar a todo el país con el deseo de que las personas mayores finalmente ocupen el lugar que necesitan y merecen, porque les corresponde”. Y agrega: “Dentro de muy poco tiempo vamos a ser la cuarta parte del padrón electoral, así que no puede ser que no estemos representados como corresponde ni en la Cámara de Diputados, ni en la de Senadores, ni en las Legislaturas, ni en los Concejos Deliberantes ni tampoco en los ministerios”.
En este punto, el cronista le recuerda que el PAMI vive intervenido y, por lo tanto, allí tampoco están representados –como deben estar por ley- los jubilados. Entonces Pampín recoge de inmediato el guante: “Bueno, eso es primordial. El PAMI y la ANSES: tenemos que estar en los directorios de esos organismos. En síntesis, lo que queremos es que las cosas se decidan con nosotros y no solo por nosotros”.
Sobre el final la pregunta tiene que ver con qué le piden nuestros mayores al poder político en general. Entonces, la presidenta de la Federación Solidaria mira a los ojos, pone más firmeza aún en su voz y dice: “Que nos vean, ni más ni menos, que nos den el lugar que nos corresponde. Nosotros tenemos que luchar por nuestros derechos y para conseguirla parte de poder que nos corresponde. Tenemos que ser parte activa y no pasiva de la sociedad. Porque reitero: queremos que las cosas que nos afectan se decidan con nosotros y no solo por nosotros”.
La frase final de la dirigente se mezcla con el fin del tema de Serrat: “…O simplemente si todos / entendiésemos que todos / llevamos un viejo encima”. Por eso al cronista se le ocurre pensar que a la sociedad en su conjunto y a los funcionarios de gobierno en general les convendría escuchar de vez en cuando la canción del catalán. Para que no esté “… tan oscuro / a la vuelta de la esquina” y para que “…del pedazo de cielo / reservado para cuando / toque entregar el equipo…” los del poder se aviven y repartan “…anticipos a los más necesitados”.
Claro que sería mucho mejor y más justo que las mujeres y los hombres que nos precedieron en la lucha diaria por hacer una Argentina mejor tuvieran, oficialmente, un lugar en la mesa de las grandes decisiones. Porque hace años que, ya jubilados, siguen luchando y, precisamente por eso, hace rato que se lo ganaron.