Una despedida conmovedora, masiva y sentida fue la que tuvo Diego Armando Maradona. Desde que se conoció la triste noticia de su muerte hubo un pueblo movilizado expresando su amor por el número 10. Niños, jóvenes, adultos y personas mayores, sin distinción de camisetas o pertenencia futbolera brindó una demostración popular inmensa. Lamentablemente hubo una dura represión por parte de la Policía de la Ciudad y desprolijidades en la organización que empañaron, en parte, la emoción de la jornada.
Desde la madrugada ya había un clima de movilización colectiva. La familia de Maradona, Claudia y sus hijas Dalma y Giannina, aceptaron realizar el funeral en la Casa Rosada, que fue abierta a las seis de la mañana, para que la multitud comenzará a desfilar y dar el último saludo a Diego. Se acercaron miles de personas con los rostros llorosos, visiblemente impactados, con camisetas de la Selección argentina y de todos los clubes del fútbol local, con imágenes que retrataban los grandes momentos de Maradona, con la última flor, banderas o casacas para arrojar junto al ataúd. Con un grito de agradecimiento de despedida.
Con el correr de la horas, fueron llegando personas de todo Buenos Aires y las ciudades cercanas. Una multitud esperaba pacientemente haciendo una cola que llegaba desde la Casa Rosada hasta la 9 de Julio. Personas de todas las edades se acercaron con la necesidad de ese adiós, de ponerle el cuerpo a la despedida.
También fueron llegando las figuras públicas, entre ellas el presidente Alberto Fernández, junto a su pareja Fabiola Yáñez, que colocó sobre el ataúd la camiseta de Argentinos Juniors con el número 10, que se sumó a la de la Selección y a la de Boca. También estuvieron presentes el gobernador Axel Kicillof, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y el ministro de Economía, Martín Guzmán, entre otros. Pasadas las 14:30 hs. llegó la vicepresidenta Cristina Kirchner.
Entre las figuras del mundo del fútbol, dieron el presente sus compañeros de la Selección del 86, el plantel de Gimnasia, Enzo Francescoli, Marcelo Gallardo, José Pekerman, entre otros.
LOS INCIDENTES
La enorme despedida quedó empañada por injustificada represión de la Policía de la Ciudad que disparó balazos de goma, arrojó gases lacrimógenos, repartió palazos, además de realizar detenciones. Las primeros incidentes fueron temprano, apenas abierta la Casa Rosada. La represión más dura fue por la tarde con epicentro en la intersección de la avenidas de Mayo y 9 de Julio, aunque también hubo en la plaza donde ya en horas de la tarde, por momentos, la situación quedó desbordada.
En medio de ello hubo acusaciones cruzadas entre el Gobierno nacional y la Jefatura de Gobierno de la Ciudad que fue la que ordenó la represión. El ministro del Interior, Wado De Pedro escribió en las redes sociales: “Le exigimos a Horacio Rodríguez Larreta y Diego Santilli que frenen ya esta locura que lleva adelante la Policía de la Ciudad. Este homenaje popular no puede terminar en represión y corridas a quienes vienen a despedir a Maradona”. Desde el Gobierno nacional ampliaron la postura en en un comunicado deslindando la responsabilidad de los hechos.
Lo cierto es que para la dimensión y el impacto de una figura como la de Maradona, no alcanzaba un funeral abierto a la multitud de apenas 10 horas. La decisión corrió por parte de la familia, pero quizás faltó una lectura previa más firme del gobierno nacional para extenderlo en el tiempo. Era previsible que era un lapso de tiempo corto y que la necesidad de despedirlo de la multitud generará situaciones de desborde. Lo hecho, hechó está, la inocencia del Gobierno se mide en el flanco que dejó abierto a las críticas en una situación de enorme visibilidad.
LA DESPEDIDA FINAL
El cortejo fúnebre partió a las 17:30 hs. desde la Casa Rosada hasta el cementerio de Bella Vista, donde Maradona fue enterrado junto a Doña Tota y Don Diego, sus padres. La extensa caravana tomó la autopista 25 de Mayo seguida de centenares de motos y vehículos, con un miles de personas que desde los costados de la autopista o en las calles dejaban los últimos aplausos y gritos. La ceremonia final fue íntima, para los familiares más directos y las personas más cercanas a Maradona.
Como no podía ser de otra manera, la demostración de cariño popular a Diego fue gigante, muy emotiva, desbordante, lo que no quita los errores de organización ni la represión innecesaria de las fuerzas de seguridad de Horacio Rodríguez Larreta empeñada en arruinar la jornada.
Pasará el tiempo y será difícil olvidar a Maradona, sus hazañas deportiva, su presencia magnética, su frases filosas, ingeniosas, desafiantes. Vivimos una jornada de una tristeza colectiva que también será recordada por su profundidad, pero también de agradecimiento de un pueblo que vio en Diego no solo un jugador extraordinario, único, el mejor. Fue un hijo de ese pueblo que se convirtió en un dios terrenal, pero que al mismo tiempo fue humano, demasiado humano. Como a muchos le gusta decir, Maradona no murió. Pasó a la inmortalidad.
Redacción: Leonardo Martín